Pasajeros de tu tripa

Foto EE: Cortesía Universidad de Harvard

"Comprender el microbioma puede transformar nuestra comprensión de cómo los cuerpos sanos se enferman, cómo el envejecimiento conduce a enfermedades y cómo podríamos alterar nuestros ecosistemas internos para prevenir y tratar una amplia gama de afecciones".

Michelle A. Williams, Universidad de Harvard.

Los microbios son organismos omnipresentes en la Tierra. Hay microbios en las plantas que crecen en los riscos del Himalaya y en las hirvientes aguas pelágicas junto a grietas en el manto terrestre, en tu teléfono y en tu propias manos. ¿Te lavaste las manos? No te preocupes, sigue habiendo microbios ahí y literalmente encima y dentro de ti, en todo momento. Por eso, hace millones de años hicimos un trato con ellos: les abrimos las puertas, les dimos comida y refugio y a cambio trabajarían para nosotros. Aceptaron, medio a regañadientes, pero aquí siguen.

Cuando estamos en la placenta los humanos estamos realmente limpios, por primera y única vez, pero al pasar por el conducto reproductivo de nuestra madre miles de millones de pasajeros, virus, hongos y sobre todo bacterias, suben a nuestro cuerpo y entran en nosotros. La leche materna que nos daban contiene azúcares especiales para alimentar cierta clase de microbios o distraer a otros. Vamos reforzando nuestra relación con nuestros pasajeros desde el primer momento de nuestra vida, y desde entonces están ahí para ayudarnos a digerir mejor los alimentos o llanamente digerirlos por nosotros para extraer hasta la última caloría. Es nuestra flora intestinal, nuestro propio microbioma.

A través de millones de años hemos ido perfeccionando nuestro trato con los 500,000 millones de pasajeros que viven en nuestro intestino para obtener la mejor parte, quedándonos básicamente con los chicos buenos, básicamente bacterias benéficas, algunos organismos que son inofensivos pero ayudan a mantener a raya a los intrusos, y otros que si bien causan daño, como las bacterias que disuelven tu esmalte dental y nos provocan caries, no podemos deshacernos del todo. Nuestro microbioma se ha convertido en una parte muy importante de nuestra homeostasis, el equilibrio que todo ser vivo necesita para mantenerse en esa condición, por eso los niños que nacen a través de cesárea suelen ser más propensos a infecciones, enfermedades crónicas como el asma, incluso enfermedades inmunes y cáncer. 

Como el intestino es también el punto de entrada para muchos invasores, es una zona muy vigilada por el ejército personal, altamente especializado y agresivo de nuestro cuerpo: el sistema inmune. ¿Cómo hacen entonces nuestros pasajeros para evitar ser eliminados por él? Pues básicamente co-evolucionaron juntos, hasta el punto que el microbioma se comunica directamente con el sistema inmune, tanto para producir alimento para éste como para dar la alarma en caso de peligro. No sólo eso, sino que recientes estudios demuestran que nuestro microbioma se comunica directamente con nuestro cerebro, por lo que el estudio de estas áreas de la fisiología han cobrado especial relevancia al momento de entender mejor su influencia en nuestra vida y nuestra salud.

¿Sabías que el 90% de la serotonina, uno de los principales  neurotransmisores, se produce en tu tripa? Hay científicos que piensan que esto es así porque nuestros pasajeros la utilizan como medio de comunicación con el sistema nervioso para “hablar” con el cerebro. También se comunican con éste a través del sistema inmune, ayudándolo a recuperarse más rápidamente de cualquier posible lesión. Pero, ¿qué interés tiene tu intestino en comunicarse con tu cerebro? Bueno, pues a nuestras bacterias les interesa un cerebro saludable, por lo que le piden al cerebro la comida que a éste le hace falta. Así es, hay científicos que investigan la influencia de nuestros pasajeros, y al parecer no sólo se reduce a pedirnos una hamburguesa o un trozo de pastel con helado de vez en cuando, sino que determinan lo que nos gusta comer y lo que no, contribuyendo directamente en los casos de obesidad.

Estudios realizados en todo el mundo demuestran cada vez más la influencia de nuestra flora intestinal en aspectos como nuestro desarrollo motriz y del lenguaje, la propensión a la ansiedad y depresión, e incluso en nuestra propia capacidad cognitiva; y se ha comprobado la influencia de estas bacterias en casos de cáncer, autismo y enfermedades degenerativas como el Alzheimer y Parkinson. Las posibilidades que nos brinda esta nueva área de estudio y sus aportaciones al mundo de la medicina moderna son tan amplias y emocionantes que es normal que olvidemos aunque sea por un momento, que “sólo” estamos hablando de un montón de bacterias que viven en nuestra tripa.

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