Calviño intensifica el apoyo económico a las empresas por la dureza de la tercera ola

El Gobierno hizo más o menos lo que debía para combatir la crisis, pero España ha gastado menos que otros países, según el BCE y el FMI, en parte por falta de músculo fiscal. El discurso del Ejecutivo no varía, pero sí se detecta una inflexión en el relato: Economía admite ya que la tercera ola “afectará negativamente al crecimiento”, al menos en el primer trimestre, según un documento al que ha tenido acceso EL PAÍS. Y pone ahora el acento —más keynesiano— en “evitar la retirada prematura de apoyos y orquestar esquemas que ayuden a las empresas”, tal y como piden los agentes sociales y el Banco de España. Traducción bíblica: habrá más medidas para salvar los próximos meses, a la espera de que actúen las vacunas y lleguen los fondos europeos.

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Quedan unos meses malos antes de que las vacunas y los 140.000 millones en fondos europeos empiecen a limpiar las vías de salida hacia la recuperación. Economía, que hasta ahora se aferraba a sus previsiones —un inalcanzable crecimiento del 9,8% este año, en el mejor de los casos—, ya lo empieza a admitir negro sobre banco: “La tercera ola y el endurecimiento de las medidas de contención del coronavirus afectarán negativamente al primer trimestre del año”, según el citado documento del ministerio. Y el gran riesgo es una oleada de insolvencias de empresas, del que han ido avisando el FMI y el Banco de España: “Es indispensable evitar la retirada preventiva de apoyos y orquestar mecanismos que ayuden a las empresas viables a sobrevivir”, afirma el mismo informe. La vicepresidenta Nadia Calviño concretó este lunes un poco más en Barcelona las medidas que viene anunciando desde hace semanas pero que no terminan de llegar. El Ejecutivo trabaja para ampliar “cuanto antes” las ayudas directas a las empresas, y ha enviado a Bruselas una batería de propuestas para responder a las necesidades del tejido productivo. Las autonomías proporcionarán ayudas directas “más ajustadas” a las características de cada región, y el Estado tomará medidas desde el punto de vista fiscal y financiero, a través del ICO, según Calviño.

Economía diseña así una especie de puente para capear los problemas de los próximos meses, que no serán menores: tras las insolvencias empresariales podría venir un deterioro del sector bancario que el Ejecutivo quiere evitar a toda costa. La situación económica es algo peor de lo que se esperaba; de ahí esa inflexión en el discurso del ministerio. Ahora sí se vislumbra la luz al final del túnel: hay que apretar los dientes y hacer lo necesario durante unos meses, “seguir pedaleando para que la economía no se caiga de la bici”, según la imagen que proporcionan fuentes financieras.

Calviño sigue manteniendo sus previsiones para este año: un crecimiento del 7,2%, que se eleva al 9,8% si se gastan los fondos europeos. Pero las estadísticas son espejismos organizados: el consenso del mercado da por muertos y enterrados esos números, y los propios informes de Economía van siendo cada vez más realistas al respecto. “Algunos de los sectores más golpeados por la crisis (hostelería, transporte y servicios recreativos) no verán aún normalizada su situación a final del año”, dice el texto, de 28 páginas.

El ministerio identifica cuatro riesgos que ponen en peligro sus pronósticos. La pandemia es el principal, por las medidas para doblegar la curva, aunque según avance el año y las vacunas hagan efecto las cosas mejorarán. Segundo riesgo: España depende de la mejoría del entorno internacional, y en especial “de evitar una crisis financiera” y de que el turismo se recupere. Tercero: Economía advierte de las cicatrices que dejará “un periodo prolongado de caída de la actividad”: ahí es donde alerta del riesgo de una retirada prematura de estímulos y subraya que tiene previsto activar las ayudas directas a las empresas que han solicitado una y otra vez el gobernador Pablo Hernández de Cos, los sindicatos, la patronal, el PP, Podemos y, en voz baja, hasta algún ministro socialista. Y, finalmente, en el impacto sobre el PIB tendrán una enorme incidencia los fondos europeos, que proporcionarán “un impulso a la demanda de 60.000 millones en tres años” si todo sale como la seda.

El tono del relato económico es, en fin, algo distinto: el acento es un punto más keynesiano. La vicepresidenta Calviño defiende que, pese a la llamada de advertencia de los organismos internacionales que dicen que España no ha hecho lo suficiente, el Gobierno ha puesto en marcha medidas “que ascienden al 20% del PIB”, entre los avales del ICO, los ERTE, las prestaciones extraordinarias para autónomos y el Ingreso Mínimo Vital, entre otras. Calviño se compromete a “adoptar nuevas medidas o instrumentos siempre que sea necesario”, pese a que sus críticos aducen que ha arrastrado los pies en varias fases de esta crisis. Y en un discurso en el Círculo de Economía llegó el esperado énfasis en las ayudas a empresas: “Vamos a aumentar las ayudas directas a empresas y autónomos afectados por la pandemia”. El objetivo es “aliviar la carga financiera de autónomos y empresas, en particular de las pymes, y reforzar la solvencia de los negocios viables”.

El diablo está en los detalles: la clave será determinar cuáles son las empresas “viables”, y para ello el ministerio quiere disponer de criterios objetivos, pese a la dificultad de esa tarea. El documento de Economía cita un informe del Banco de España, que siempre ha defendido que el actual marco de medidas ha permitido sobrevivir a las empresas pero a costa de un mayor endeudamiento, a diferencia de lo que ocurre en otros países, donde a los créditos se han sumado las ayudas directas. El banco central estima un fuerte incremento de las insolvencias, que alcanzarían a casi una de cada cinco empresas si los efectos del shock son —como suelen— duraderos. Ese es el riesgo: el propio informe de Economía advierte de los peligros si la crisis se enquista, más aún en una economía tan marcada por la precariedad laboral y especializada en sectores muy sensibles a la pandemia.

Aquel consejo del próximo primer ministro de Italia, Mario Draghi, al ministro francés Bruno Le Maire podría cobrar sentido también para España: “Gasta tu dinero, amigo. Es tiempo de gastar. Ahora mismo. Más tarde, será demasiado tarde”.

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