¿Qué esperan las familias respecto de su futuro bienestar financiero?

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En momentos de contracción y crisis económica, cuando las variables que inciden en el bienestar financiero de las familias se afectan negativamente, la percepción que las personas tienen sobre la duración y la profundidad del efecto negativo que enfrentarán en sus hogares se deriva, más que de información dura sobre aspectos como la inflación, la caída del PIB, el nivel de inversión, de factores psicológicos o visiones frecuentemente optimistas, que se alimentan de la ignorancia sobre el efecto de dichas variables en el bienestar económico de los hogares.

En el estudio Financial well-being, Covid-19, and the financial better-than-average-effect, de Barrafrem, Västfjäll y Tinghögde, se analizaron en dos países europeos, cuáles son los factores que afectan la forma en la que las personas analizan la perspectiva de recuperación económica futura post Covid, encontrándose que se presenta un fenómeno que se describe cómo “finanzas mejores que el promedio”.

Se encontró que la mayoría de las personas prevén un escenario complejo para el país, con dificultades en la recuperación económica post pandemia; pero prevén asimismo que dicha recuperación para su familia será mejor y más rápida que la que anticipan para el país. Las personas tendemos a pensar que “lo nuestro” es diferente a lo que le ocurre “a los demás”.

Este tipo de contradicción la vemos frecuentemente en el Índice de Confianza del Consumidor en México. La respuesta a la pregunta “cómo esperan que sea el futuro del país en 12 meses”, frecuentemente es más pesimista que la de la pregunta “cómo esperan que sean el futuro de su hogar en 12 meses”.  Las personas tendemos a ser más optimistas respecto de la evolución que suponemos tendrá nuestro futuro y más pesimistas respecto del futuro del país. Pero la realidad es que, para la mayoría de las familias, el comportamiento de las variables económicas incide manera relevante en la evolución de su bienestar financiero futuro.

Ello sólo no es necesariamente cierto en los percentiles de mayor ingreso en un país como México. Después de la crisis financiera del 2008, el crecimiento económico del país fue en promedio cercano a 2.5% por ciento, pero para las familias de más alto nivel de ingreso, su riqueza creció bastante más rápido y bastante más que el promedio del crecimiento de la economía.

Pero para la inmensa mayoría de los hogares, dicho crecimiento reducido fue en esencia el mismo que el de la economía; los salarios tuvieron una recuperación positiva pero limitada, si bien un entorno sin inflación evitó el deterioro de la capacidad adquisitiva.

El futuro post pandemia presenta retos fundamentales para país qué necesariamente impactará de las familias.

Para todas las familias cuyos integrantes perdieron el empleo, su bienestar futuro dependerá la capacidad de que la economía cuente con más empleos y mejor pagados; dependerá también de la naturaleza y monto de la inversión pública y si esta favorece la creación de infraestructura que apoye más inversión y el crecimiento de ciertos sectores; dependerá de que prevalezca una visión de confianza que se traduzca en inversiones privadas, que presentan más de 70% del potencial crecimiento futuro del país.

Lo que frecuentemente nos hace ser demasiado optimistas, es que desconocemos el tamaño de los retos que se avecinan y de la complejidad de lo que se requiere para enfrentarlos. Dice el dicho “bendita ignorancia”, pero tal vez necesitamos más pesimismo para luchar y exigir lo que requerimos para evitar una caída irreparable del bienestar económico de la mayoría de las familias, incluyendo la nuestra.

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